18th Oct2011

Amazing South Trip (2): Rameswaram


El trayecto no fué tan idílico como el anterior. Un bus-muerte en toda regla: con sus asientos estrechos e incómodos, con su aire acondicionado ausente, unas carreteras horribles, abarrotado de indios (uno de ellos durmiendo sobre mis piernas)… Con este panorama me resulta imposible descansar. Para compensar la situación le doy palique al chico sentado a mi lado: me explica que la fuga de cerebros en la india es con billete de vuelta, y también me cuenta numerosas leyendas y historias hindúes.

Son las 4.30am. Hemos llegado. Es de noche. Dislumbro el perfil de una enorme torre. Debe de ser el templo.Las calles se extienden alrededor del mismo. Como en un cuadrilatero. Pero no tenemos dónde dormir. Deambulamos. Ningún hotel tiene habitaciones libres. Desististimos. Encargamos a un conductor de rickshaw que nos busque algo. Nos vamos a ver el amanecer.

Aún no lo sabía, pero Rameswaram me tenía reservadas mágicas sorpresas para estos días…

El mismo sol que se fué por el oeste de Kayiakumari vuelve ahora por el este. Y nuevamente no hemos sido los únicos que han decidido ver el amanecer. Multitud de indios ven el amanecer desde el pórtico del templo. Muchos de ellos desde dentro del agua, tomando un baño purificador. Una imagen impactante.

Rameswaram es uno de los puntos más sagrados de la India, pues forma parte del char dham hindú (las cuatro ‘moradas divinas’), y ello atrae multitud de peregrinos. La ciudad gira en torno al templo de Ramanathaswamy, dedicado a un lingam (falo de Sivá). Considerado una obra maestra de la arquitectura india, cuenta con el corredor de templo más grande del país (1200 metros).

Hemos conseguido habitación, pero no podemos entrar hasta media mañana. Nos vamos a la playa en busca de un tranquilo baño. Un simpático fisher man nos guia por las aguas cristalinas en busca de los corales. No son gran cosa, pero sirve para hacer tiempo.

Una vez hecho el tiempo, vamos a visitar el Templo. Desde los aires (o la azotea de nuestro hostal) se veía un templo cuadrado. Desde dentro es un laberinto. Un laberinto de los que te desorientan. Pasillos larguísimos con columnas monótonas, intenso olor a incienso, cánticos extraños. Los indios hacen cola para recibir agua de los pozos sagrados sobre sus cabezas. Dan donaciones a los monjes y reciben las bendiciones. Me siento un extraño, alguien ajeno al misticismo del templo pero embaucado por el mismo.

Salgo mareado del templo. Debe ser el no dormir. Comida veg, ducha fría, y a la cama. Dormir una hora suena a gloria bendita.

Tras la ansiada siesta vamos a Dhanushkodi, al sureste de la isla, el punto geográfico de la India más cercano a Sri Lanka. Desde el extremo oeste, se puede ver un conjunto de islotes y arrecifes que insinuan un paso apedreado sobre un rio (un paso para gigantes, en todo caso). Se cuenta que el dios Rama hizo este camino de piedras para pasar de la península a la isla para rescatar a Sita. En cualquier caso, mi imaginación no está tan entrenada como para ver ahí un camino.

Otra puesta de sol en tal inóspito paraje. Todo exceso cansa. Lo que no cansa y sí interesa es conocer la aldea que pobla la costa. Casas de chamizo, sin agua potable ni alumbrado público. Los niños no me piden dinero, tampoco comida… me piden bolígrafos. Bolígrafos para ir al colegio. Juego con los niños, corretean por las blancas arenas, y cazan cangrejos. Momento mágico.

De vuelta a Rameswaram, y de vuelta al inmundo ambiente de berbena que puebla toda la ciudad por las festividades. Desde nuestra azotea del hostal, rendimos homenaje a la fiesta a nuestra manera. Mañana será otro día.

En el segundo día visitamos otro templo a las afueras de la ciudad, que alberga una de las huellas de Rama . Comparado con el increible templo del día anterior, este suena a aburrido y sobrevalorado. Cansados de templos y, sobretodo, del intenso calor y el abrumador gentío, nos retiramos hacia una playa cercana con algunas cervezas en la mano.

Y aquí viene el segundo momento mágico del viaje: tomar chai en una casa de chamizo, preparado con esmero por una mujer y su tímida hija. Nos invitan a pasar a su casa, el marido improvisa una mesa, la mujer prepara el fuego para hervir la leche. Somos unos huéspedes de lujo en un mundo excluído a los turistas.

Pocos metros más allá me tropiezo con el siguiente momento mágico: una pareja de pescadores preparando sus redes para la siguiente noche. Es un matrimonio mayor, y se les ve muy felices. Me preguntan por mi y por mi familia, también em explican orgullosos que tienen tres hijos.

La barca se mece suavemente. Estoy en la barca con ellos, es de noche. Hay otras barcas en el mar, y también otros pescadores de pié en la orilla. Extendemos las redes y arrastramos de ellas para pescar. Está siendo una buena noche, mañana tendremos mucho que vender en el mercado. Me sonríen.

Vaya, era una ensoñación. Esta vez no he sido invitado.

Horas más tarde, de vuelta al frío ambiente de una estación de trenes. Esta vez me entretengo en comprobar la longitud del tren: diez minutos de reloj para andar de un extremo al otro (a 3km/h, haga usted sus cálculos).

Entro al tren y trato de sintetizar lo vivido en dos días aquí. Sé que cuando escriba sobre todo esto sonará a crónica plagada de datos y exenta de graciosas anécdotas. Esta ciudad me ha dejado un agradable y místico sabor en la boca. Necesito repetir este viaje, pero sin fechas ni prisas. Próximo destino: Pondicherry.

2 Responses to “Amazing South Trip (2): Rameswaram”

  • Raultecla

    Si es cierto que son 3 km/h (que problamente sean más) y si mis cálculos son correctos, el tren tiene nada menos que medio kilómetro!

  • Jaunte

    Madre mía, el momento “era una ensoñación” me ha hecho soltar una carcajada demasiado alta.
    Qué grande!